Adalberto,
Adalberto...levántese...es la hora de su medicación
Si, señora; musitó él ; como quien responde
mecánicamente desde la viscosidad de una pesada bruma...incluso
hasta alargó el brazo, como hacía siempre en busca
de su necesario y salvador vaso de agua...aún seguía
en busca de la noche, esa noche bendita, tortuosa a veces, pero
que siempre lo abrazó.
Donde
está, qué pasa que lo veo...Mary, Mary...despertáte;
gritaba aterrado mientras la sacudía a ella en un desesperado
intento de comprender su perplejidad...Lo veo, insistió...lo
veo...pero si yo nunca lo veo...Maria estaba demasiado cansada
para estas divagaciones a las cuatro de la mañana. Calmáte,
alcanzó a susurrar...calmáte mi amor.
Desde
que Adalberto fue cesanteado en la refinería de Berisso,
que poco tiempo después cerraría; ella aborda un
atestado colectivo todas las mañanas a las seis. Recorre
las dos largas, interminables horas hasta la casa de Villa Devoto
donde cumple con su rutina de llevar a los dos chicos al Jardín,
limpiar, lavar, planchar y cocinar. No es que le moleste, no,
no...solo que se cansa, y en el ómnibus deja caer su cabeza,
que danza pesada al compás de los vaivenes de la ruta.
Ya poco le importa su pasado de ayudante en la maquina de hilados
en la textil, ni aquella mercería que supo conducir. Ella
simplemente va...
Despertáte
Mary...Despertáte...inquirió el cada vez mas sudoroso,
disneico...mientras escrutaba el vaso de agua...ese que él
siempre manotea a tientas todas las noches mas o menos a las cuatro
menos cuarto, rítmica y ritualmente.
Claro, de su recientey prolongado laburo en la refinería,
unos 26 años, le quedó como resabio un enfisema
severo, al que nunca le dio demasiada bola. El hollín de
la refinería era como la muerte que no se apura pero no
se aplaca...y él fue respirando su dolor. Por eso en medio
de la noche, cuando le falta el aire, se incorpora y lo busca
exhausto y agitado...nunca olvida antes de acostarse dejar el
vasito de agua con la pastillita, en la mesita de luz de madera
de pino; esa que hizo algún domingo amable de primavera,
al solcito, allá por los 70; mientras le echaba un ojo
al asadito que traspiraba lento en la parrilla del fondo. Después
de todo, aquella época no había sido tan mala, el
salario mejoraba y se daban algún gustito, si hasta gozaron
de un Ami 8, que le compró al primo de su cuñada,
la peluquera del barrio. Incluso terminaron de pagar el terreno
donde se hicieron la casita; austera, por cierto, pero orgullosa,
amable, franca...ni se imaginaba que un día, mucho después,
llegarían ellos...
Le
recuerdo Adalberto que no esta permitido salir al patio antes
del mate cocido, que luego puede caminar por media hora, tendrá
cuatro horas libres hasta la reunión con el médico...
Y
como fue Adalberto???
No se dr, yo de pronto lo vi..
Que vió?
El vaso, el vaso...atropelló él como presa de un
raro embrujo, de un delirio que se parecía a la cordura...como
quien se dirige enlutado y atónito al borde de un infinito
abismo...
Y
que hay con eso???insistió el dr....Mary, Mary...ella también
lo vió...pregúntele...por favor dr....si yo siempre
tuve mi vaso de agua allí al lado...el enfisema...no se...cálmese
Adalberto...veamos de qué se trata su inquietud...Mary,
dr. Ella dice que no entiende lo que pasó...a las 6 cuando
ella se va ya casi amanece...pero a las cuatro...imagínese...a
ver, a ver si le entiendo...el vaso, la noche, el enfisema....cuál
es su problema?...no se qué hago aquí...porqué
me dan esto, inquirió agotado y tartamudeante por el cargamento
de píldoras cotidianas...yo no se ...alguien me robo la
noche...aha., como es eso Adalberto?...si dr. De pronto lo vi...a
quien...al vaso?...el vaso lo miro a Ud?...no, yo no estoy loco;
lo vi, le juro que lo vi; sentenció suplicante y furioso...yo
nunca lo podía ver, iba y lo agarraba en la oscuridad...ahora
siempre lo veo...nunca esta oscuro...terminamos por hoy...mañana
nos vemos, interrumpió el dr. Adalberto se levantó
apesadumbrado, con la rigidez del cinturón químico
y caminó lento hacia su cuarto...en el camino pasó
de largo por la sala donde se juntan los muchachos a ver la tele...reporteaban
a un sr. sonriente...no alcanzó a entenderle bien...pero
le pareció que lo aplaudían cuando dijo que acababan
de inaugurar el nuevo ramal de la autopista; con una moderna estación
de peaje...la imagen la mostró atestada de vehículos
que iban y venían...aun en la noche la autovía parecía
brillar "diurna"con el fulgor de unos impresionantes
focos...allí nomás...a metros del pequeño
barrio donde moraba Adalberto. El resplandor era impresionante,
todas y cada una de las noches.
"Aquí
se acabo el atraso" señaló firme el sr. Gobernador.
Daniel Tarnovsky
Nov. 2004
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