Ella salió esa mañana de su casa como todos los días. Hizo el mismo trayecto de siempre. Su cuerpo iba solo hacia la dirección obligada. La cabeza inclinada le mostraba la superficie gris de la acera. Solo una baldosa fuera de su lugar la sorprendió en su camino.

   Pero continuó. El pelo reseco le tocaba el hombro. El saco no alcanzaba a mitigar su frío. Sentía las manos congeladas. Miró a su alrededor. No vió nada, solo una calle vacía.

   Troncos de árboles sin hojas u hojas confundidas con la basura.

   Puso sus manos en los bolsillos para hacer un gesto de vida. Miró hacia adelante. Abrió la puerta y entró a la oficina.

   Sonó el teléfono. Malas noticias. Parece que van a despedir a más compañeros. El clima es tenso pero las manos ya dejaron de estar congeladas.

   El despido cae como una sentencia colectiva. Cuando..., quienes... Ella se para, se dirige al baño, saca de su cartera un peine. Segundo gesto de vida del día. Regresa a su escritorio y continúa con la misma tarea de siempre.

   Sonríe, siente que es todo lo que tiene.

   MIra el reloj. Se pone el saco. Tira los papeles al canasto de la basura. Acomoda la silla de madera oscura. Y se va.

   Ve el cartel y entra sin interesarle la película. Se sienta, no mira nada, solo la pantalla vacía. Le molesta la cercanía de ese público que pregunta cuanto tiempo dura la película. No le molesta la pregunta, sino el movimiento que imprime la pregunta. Tercer gesto de vida del día.

   Mira la pelicula y se va.

   Ella se tira a la cama. Se duerme un largo tiempo. La despierta el hambre. Se levanta y abre la puerta de la heladera y la vuelve a cerrar.

   Se acuesta nuevamente y cierra los ojos. Ahora toda ella está congelada. No se levanta al día siguiente.

SMAV