EL MANANTIAL DE LA DONCELLA
1993
por Adriana Hernandez *
Manuscrito encontrado en un
ánfora
en la ciudad de Alejandría data
del Siglo II ac.
Para el maestro Giovanni Quessep
estas palabras
En el fondo se pulsan las cuerdas
Celestes que sostienen los pilares del mundo
Me sumerjo en la claridad del agua
Destinada a las abluciones de la doncella
Allí las criaturas brotan como signos
Y el manantial resplandece en hondas vivas
Mi noche es blanca en los altares del polvo
Cuando de las manos de la Gracia
Se vierten en lirios las músicas
SALMO I
El iniciado se entrega a la vida y a la muerte
Como si fueran un solo himno para el polvo
Toda danza se suspende en las músicas
del madero
Que sostiene la fragilidad del mundo
En el vértigo dejo que todo cuervo, toda
águila
Socaven mis entrañas, nada importa
Si la posesión es el alma, nada importa
Si muero fundiéndome en esplendores
Mis manos delirantes tejen su Rosa
SALMO II
Acércate hijo del hombre, atrae el viento
Que escribe las hojas
Enciéndete en el esplendor del cristal
Que corre a través del paisaje de la
memoria
El alma pesa como la roca atada
Al cuello de suicida, el alma es solo llanto
Mariposa de cobre que sólo resplandece
Al pronunciar el nombre de quien me sueña
¿Beberé de su cisterna donde la
levedad es vino?
SALMO III
Señor de las Noches
Sueño tu cuerpo cubierto de blanca seda
En el umbral donde te pierdes, solitario
Como el alba entre las nubes, pálido
Como el sol en los profundos estanques
Sé del rumor de los pájaros, de
la caída
De sus alas sobre leves ramas
Como único testimonio de los cielos
Más nada sé de tu hermosura
SALMO IV
La noche es fría y deja flotar sobre la tierra
Tu piel desnuda, tu sombra. Es la hora
Del reposo cuando te busco, bebiendo el agua
Que sueña la fantasía, saboreando
la palabra
Como fruto que revive los dones y los signos
¿Cómo preguntarle a lo obscuro
tu Nombre?
Si la penumbra te envuelve, si sellados
Mis labios y cosidos mis ojos, sólo escucho
La voz del fuego en los recintos del alma
SALMO V
Busco la blancura astral de la Palabra
Que se ama en la canción como arco
Silencioso donde fluyen matices para el alma
De mis manos escapan delirantes alas
En la agonía beben de la divina copa
Encendida en reflejos que coronan la noche
Del espíritu. Vuelven a mi cuerpo nutriendo
Para la vida la joven sed de la Extranjera
Que pende de las ramas soñando nueve
altares
SALMO IX
Adriana del Rocío Hernández Yasnó.
Descendiente Paez
SALMO X
Contemplas el hilo del tiempo tejiendo la magnitud
De la noche para el alma abierta al otro color
De la vigilia. Agonías se instalan en la penumbra
Deseo de una presencia que encienda
En poderosa luz la soledad del cuerpo
- El pájaro a punto de desvanecerse-
En los sinuosos pasillos las manos del soñador
Auscultan la tranquilidad de la doncella
Que asomándose en el agua descifra arcanos
( Poema del Libro El manantial de la doncella, 1993. Mención
de honor. Universidad del Cauca)
Adriana del Rocío Hernández Yasnó. Descendiente
Paez
El altar del agua se abre a la vigilia
Y emana la Rosa suspendida del madero
Donde su silencio es el total encuentro
De las voces del mundo, árbol mágico
De las estaciones, jardín de la doncella
Puerta de los umbrales, flauta de oro
Para los cantos del exiliado. Temor y temblor
En los recuerdos de la infancia, hundidos
En las palabras en el perfume de sus misterios
( Poema del Libro El manantial de la doncella,
1993. Mención de honor. Universidad del Cauca)
Adriana del Rocío Hernández Yasnó. Descendiente
Paez
SALMO XVIII
Escucho crecer las hojas de mi cuerpo
El sutil diálogo de los frutos en la
semilla
El agua moja tiernamente mis labios
Alegrando la soledad de mis raíces
Siento al soñador que hila mis perfumes
Siento la lágrima de su voz ablandando
Las piedras que rodean mi santuario
Siento mis flores cuando encuentran el camino
De su música que las penetra, siento
el exilio
( Poema del Libro El manantial de la doncella, 1993. Mención
de honor. Universidad del Cauca)
SALMO XXIII
Pende del madero el alma
Que vigila la silenciosa pradera
Cierra lentamente sus ojos y escucha
En el fondo del árbol la voz del viento
Alguien se posa en su rama agónica
En la delicada penumbra
Basta un suspiro para romper
Las palabras que dibujan un rostro
En el verso esperado
SALMO XXV
Soy el aliento que no cesa en el desierto
La lluvia mágica pendiendo de las manos de la tierra
Como ofrenda en el altar del desasosiego
Las irónicas flores coronan la frente de la doncella
Tanto dolor y tanta belleza a merced
Del agua de las disipaciones
Toma mis riendas Señor de los Siglos
Transforma en oro la limpidez de sus aguas
Enciéndela en la voz del fuego
SALMO XXIII
Leteo es la profundidad cantora
Que dona sus voces a la corriente
Cadenciosa del mundo. Leteo es agua
Del alma agobiada por el viento
Que mana de los obscuros labios
De quien me sueña ¿Dónde perpetuar la magia
De los signos que nos atan a sus manos?
Es el anhelo de la blanca niña
Que ha perdido su nombre
SALMO XXXIII
Llévame alado barquero a la otra orilla
Donde se escuchan los delirantes ecos de la noche
Toca la flauta, convoca al viento del Anhelo
Mientras asciendo hacia los esplendores
He salido de los sepulcros a la unión con la Palabra
Ahora tus ojos me miran, allí la mano de la luna
Ha grabado mi nombre, llévame a los jardines
Donde ha de pronunciarme en sus colores
Algo sabré de su hermosura
SALMO XXXV
Próxima en los altares de la fantasía
Sueño con la llama
Que inundará mi cuerpo para el tránsito
Ya no del polvo al extravío sino de la ablución
A la majestad del Amor, como corriente encendida
Lavaré mis heridas. La terrible infancia se olvida
Tejiendo los frutos
Que la muerte roba a la palabra
SALMO XXXVI
Mi soñador es tierno como la hierba
Besada por las criaturas del agua
Corre por las blancas praderas donde
Las flores de la memoria penetran
Su rostro. Es tierno como la hierba
Encendida por el fuego
Camina en mis recintos ocultando
Su hermosura. Tal vez yace entre mi cuerpo
Cuando sus pájaros beben mis labios.
SALMO VENTURA
Placidez en la blancura de un joven rostro
Que frente al fulgor de mis ojos
Se abre como fruto luminoso
Que alimenta mi soledad en su celda
Quizás hace mucho tiempo mis manos
Soñador la tersura de tus manos
Quizás mi niñez te soñaba
En la blancura de nueve altares, algún día
Derramaré en tu blanca piel el exilio.
SALMO DE LA CONTEMPLACION
"Espérame en los ritmos del torrente
En el fulgor de la llama que arde
En las praderas interiores, mi cabellera
Blanda es el agua. Navega y luego
Reposa sobre la piedra donde te nombro
Sosegadamente cierra los ojos y escucha
El rumor de mis puertas por donde transita
La fatal hermosura del tiempo. Tu fe
Es niña ciega que se ofrenda en holocausto"
SALMO XXXVIII
Penumbra del alma en la magnitud
De la noche
Los labios de pálidos donceles
Ofrendan sus cantos
En el contorno de luz
Que fulmina sus ojos
Para el éxtasis. En el rostro
Del alado guardián
Florecen sus promesas
SALMO XLI
La voz del encendido altar cuenta
Desde su abismo al alma de la doncella
La suerte de su nombre en la patria
De los vuelos y el vino
Que corre por los blancos senderos
De la antigua memoria
Leve y silenciosa busca los jardines
De fuego, golpea la piedra donde el fulgor
Es el hálito de los mundos, de los signos.
SALMO XLII
Pasa el fuego besando los poros
Del aire, ahora la doncella corre
Por los surcos de la pradera
Besa la hierba, ama en la canción
El viento que aletea fuerte, llevando
Entre sus manos las voces
Penetra paisajes de oro donde la fantasía
Abre caminos a la vigilia de los signos
Donde la diosa es la madre de la memoria
SALMO XLIV
Escapan de tu armonioso cuerpo las luciérnagas
Que todo lo invaden como el fuego lustral que
purifica el agua
La memoria. Escancias en la fluidez de las pieles
La rosa de la lluvia. En el interior se doblan
Los cristales del tiempo, las murallas cubiertas
Por negras agonías. Vislumbro tu rostro tejido
En imágenes que la vigilia entrega a la sed de la mirada
Todos los seres vibran en el agua. Milagro del amor
Que nos ofrenda la melodía de los mundos en la Palabra
SALMO XLVII
La luz yace momificada en lo profundo
Del cuerpo, déjame vertirla en tu copa
Señor de los Siglos. Teje mi carne
Al celeste fulgor de tu noche unánime...
Vuela del polvo la luz, se disuelve
En pájaros que auguran al alma
La magia de los encuentros. Inundan
La blancura del libro. Dibujarán
Tu rostro al caer la última página
SALMO III
Bosque antiguo como pétalo
De madera, que se abre al fondo
Donde aguarda la otra luna
El silencio ahoga
Los cantos de falsos amantes
La doncella espera
Al trovador que la sueña
Hilando el agua... En el límite
De su noche se teje el poema
SALMO XLIX
Cuando la ruta nace de las palabras
Alas cercanas ascienden raptando al elegido
Hacia los recintos del cielo donde los vientos
Desvanecen el vuelo de las palomas
En la penumbra bebe el blanco vino de los dioses
- Viaje de lo terrible al esplendor del polvo-
Que limita la belleza a las sombras-
Los signos se vierten en la copa, su fulgor ablanda
La piedra donde se teje la sed de los hombres
SALMO LI
La copa del alma donde rebosa la sed, los ojos ven
A través de la ceguera, el resplandor de su abismo
Que gime y ondula como el arco donde llueven plegarias
Claman los cielos el llanto de la muchacha, las constelaciones
se cierran y se abren como las anémonas en el agua
Diosa de las agonías envía la Gracia
Diosa del silencio acompasa el alma
Despósala en las bodas de tu hijo
Amado que convierte el agua en vino
SALMO LI
Llegas alado barquero a la isla donde las flores
Son de fuego, déjame beber en el agua que no cesa
Baja por los taciturno surcos de la pradera
Encuentra en la cisterna el arma de dos filos
Corta el espeso follaje de la culpa que cubre
la barca, prepara para el ritual mi desnudez
Blande la espada, busca el punto débil
Di la plegaria a la diosa lunar
Que va tañendo en sus manos mi Nombre
SALMO LIII
a doncella conoce los paisajes nocturnos al abrirse
Las puertas de la vigilia. Siente el vuelo de los pájaros
Y los peces que ahuyentan la ignominia del tiempo
El agua se detiene como el guerrero ante la muralla
Del fondo ascienden flores luminosas, conchas y espadas
La mano de las ondas acaricia sus cabellos
Le cuentan el secreto de la esfinge y como vencerla
Con sus mismas armas... La niña canta por la selva obscura
La bestia ciega se abisma en la luna
SALMO LIV
Flota en el agua del tránsito
La profunda canción de las pieles
La noche le entrega su diadema de ondas
A aquella que reina en el destierro
Mi mano graba un nombre en su frente
Con el diamante de las devociones
Peregrina que viajas por mis días
Abre las puertas con tu Rama de Oro
Ilumina la corriente del misterio".
SALMO LV
Alguien cae y se levanta
En los paraísos de la música
El vuelo es el canto de algunas aves
El viento gime entre sus dedos
Las ondas moldean su cuerpo...
La memoria en el sueño
De la niña y el pájaro naciendo
De las palabras, del agua y del fuego
Mezclándose en las transformaciones
SALMO LVI
La noche matizada de una blancura inasible nos ofrenda
El espejismo de antiguas barcas, de rostros moribundos
Que nacen de la sed en la memoria. Entre la niebla calla
El oficiante y la víctima, la doncella del cántaro
Recibe en su mano la última gota. Lo múltiple
crea
Un solo rostro encendiendo el deseo de la Diosa Blanca
Que teje en sus manos el aliento de quien la sueña
Como ella vemos sombras desconocidas, pasos en nuestros
Pasos, otros labios nos pronuncian hondamente.
SALMO LVII
Vegetaciones se levantan
en el límite de los cuerpos
Recogemos el delicado fruto
Hallado a la orilla de la palabra
Alimenta la vida
Hermana la muerte
El soñador siega flores
Tenebrosas ¿Quién ofrenda
sus doradas espigas?
SALMO LIX
EL rumor del espíritu afantasma la cercanía
del anhelo
En lo perdido. En las praderas de la memoria
Es aquella presencia. La profunda voz que gime
En los estertores de la inocencia. Es una música
Profunda en los recintos del cuerpo
En la textura amorosa de las pieles hierven
Las agonías. El sacrificio es lluvia en las manos
De la víctima. El cuerpo encuentra en la disolución
La unánime canción de los cielos
SALMO LXI
Dinos doncella el lugar exacto donde te impregnas
De perfumes, cuéntanos de la extraña piedra
Que separa el tenebroso umbral donde alguien
Nos pronuncia, bebiendo la sed de las agonías
Condúcenos en el hilo de los cantos al final
Del tiempo, donde se hunde el dolor y florecen
Las pieles del polvo. Entréganos al éxtasis
Déjanos rendidos bajo la perfecta sombra
De sus eternas alas.
SALMO LXII
Llegan los rumores del alba como viento fuerte deshojan
La vegetación del sueño. Desvanecen el frío
de las agonías
Sus rostros taciturnos sollozan bajo la muralla
En los surcos de la memoria, afuera se han quedado
Los bufones de la culpa, las voces del extravío
Beben el obscuro fuego del olvido que devora
Tiernamente... Entrégate a la purificación que
mana del fondo
De los altares, únete a las voces y a la preciosa ilusión
De sentirse nombrado por lo Divino
SALMO LXIV
Déjame beber en la pura extensión
De tus ondas, tu que imaginas las horas
Como agua de oro para la sed engendrada
En la vigilia. Entra en el divino claroscuro
Del alma, que encadena la luz a los abismos
Atrás queda el deseo, la duda... Todo lo hundes
En el manantial que brota de la herida
Ella se teje con el hilo fragante de los cantos
Tu cuerpo se levanta como santuario
SALMO LXVII
Doncella habitante de mi sombra
Cavilas en la forma de mi cuerpo
Piensa las torres que tocan los abismos
La vasta floración del crepúsculo, intenta
Soñar todas las montañas como escalas
Hacia mi nombre. Escancia el vino
De las granadas y nunca llenará mi copa
Cierra los ojos, y escucha la voz del viento
Su suave caricia te dirá de lo inasible.
SALMO LXVIII
Doncella pastorea las lunas de los abismos
Como unánimes rutas hacia los cielos
*
Adriana Hernández Yasnó. Profesora de Literatura.
Universidad Central. Bogotá. Colombia