EL DESCUBRIMIENTO
DE AMERICA
a
Marie Zimmerman
El arado de sueño que en su enigma pronuncia
las palabras de agua
de rocío
y la lengua nervándo las olas
que la caricia labra.
Como traduttore.
El
puentecillo de mimbre
en los ojos de agua.
Los bueyes del galeón
surcando los tifones y el lamerse
de ecos de la caracola:
ventanas circulares que no son más
que hilos de Ariadna
para regresar a casa,
el ombligo del sueño del
agua entre las manos
desatada.
Sirenas
del respirar el corazón de la salina
que no percude el aire porque se desmenuza
en arrecife de higos y en el trópico, como Lowry:
las islas verdaderas que cierran lo conocido
al plano de los prejuicios sostenido por elefantes
que abrazan billetes anudados.
Asombro
del tucán
monitos tití y sardinas de lobos marinos
en las fotos de la princesa montando yeguis de Amazona:
los puertos son riberas del Zoo
con hechiceras de felinos silvestres.
Caballitos
de mar
del enigma del agua
y sus maderas.
Ulises en el lejano occidente velenciano
orando entre los mástiles
las mortajas troyanas.
Lo
celeste extravía la circunstancia y el azar.
Como lo aglomerado, la rueca de la palabra agua.
El
discovery me despierta como un boomerang
en la noche estival. Oye los ventiladores que provocan su ansia
en la saliva de los bemoles como baremos
de esta carta náutica que escribe tu nombre en el yunque
de la palabra descubrir.
Gabriel
Roel
27 de
enero de 2004