Volver
a un espíritu de gozo
En que no existe un dolor profundo
Ni
las manifestaciones de la muerte
Pueden tocar el cuerpo.
El
deseo se cansó de desear
Un ala rompió la noche de las almas
Si
un ángel pudiera crearme un rostro
Y una maravilla que excediera
La
profundidad del mar
No se inmutaría mí espíritu
Pero
si como un barco asomaría
La belleza, tu rostro
Nada
más suave que la dulce hondura
De tu silencio dentro de mi cuerpo
Y
alguien mirándose como sombra de mi rostro
En el espejo y muerto el miedo
Que
todo ocurra, nada importa si hace siglos
Dije tu nombre como un finísimo rayo de luna
La
fantástica rivera del sueño
Escogió tu cuerpo como seña del camino
Una
mariposa blande su cuerpo, preciosa espada
Atraviésame en la obscuridad del silencio
No
quiero negar tu vuelo, su herida profunda
En el tenebroso cielo de la infancia
Aunque
perdida la imagen de tu cuerpo
Ahora tu llama me enciende en doble armonía.
Adriana Hernandez