Hay versos que recogen
lo que la mirada intermitente
da por perdido en su horizonte,
lo que se escurre, como siniestro brebaje,
por los agujeros de la piel.
Esquivan recuerdos
que el tiempo afiló como cuchillos,
levantan sueños que perdieron
mucho más que una batalla
y gritan la victoria
de haber sobrevivido a casi todo.
Desde
un territorio enajenado,
arrullan memorias que no saben de sosiegos.
Cruzan el umbral de la cordura,
para hablar de aquel
que siempre acecha desde las fisuras de la razón.
La
poesía destruye monotonías,
desflora los sentidos
y trascribe instantes,
para mecernos en sus cuna de papel.